
Bienes efÃmeros

Nuestra sociedad actual se podrÃa definir por ser una sociedad desarrollada, especialmente si se mira hacia el pasado. La ciencia, la innovación, la información, el conocimiento y sobre todo el acceso en red no cabe duda que han generado una eclosión polÃtica, económica y social de una gran envergadura que ha dado lugar a réditos en términos de bienestar muy relevantes y no sólo eso, sino que abren la puerta hacia un futuro donde muchos paradigmas, mitos y verdades que hoy son absolutas serán puestas en tela de juicio, cambiando nuestra forma de ver, vivir y afrontar la vida.
Esta realidad que deberÃa estar impregnada de valores, curiosamente parece como si los fuera perdiendo, como un cometa que en su extraordinaria velocidad a través del espacio, no fuera capaz de retener parte de su integridad y la arrastrase simplemente por inercia en forma de pedazos y partÃculas desgajadas.
Siempre ha existido una admiración por el éxito en todos los ámbitos y quienes lo han alcanzado han sido objeto de reconocimiento y admiración, siempre ha habido un deseo consciente de retener una juventud etérea que se nos escapa a todas luces, siempre hemos tenido la esperanza de mejorar nuestras condiciones de vida en términos de bienestar y salud, y siempre hemos deseado tener y disfrutar de aquello que no tenemos y muchas veces no alcanzamos ni alcanzaremos.
Éxito, juventud, bienestar, salud son términos deseables, alcanzables pero efÃmeros, estas aspiraciones se conjugan en nuestros dÃas en entornos como el del deporte, la moda, el cine, el espectáculo, la televisión y demás fenómenos de masas, o en la génesis de empresas relacionadas con las nuevas tecnologÃas. Desde Microsoft pasando por Apple hasta Facebook, Google o Twitter entre otros, hoy son y generan imperios empresariales, conforman revoluciones sociales, polÃticas y económicas que surcan sus “circuitos†y son tan solo el comienzo de lo que la sociedad de la información puede llegar a representar en nuestro dÃa a dÃa.
Como toda tecnologÃa su virtud además de ser aplicativa en contextos de evolución positiva para nuestra sociedad, también por su abuso y mal uso es capaz de producir desequilibrios y asimetrÃas sociales difÃcilmente abordables. La patologÃa individual y colectiva que nuestra sociedad aparente del bienestar está generando, bien sea por el aislamiento informático en red que fomenta el individualismo más recalcitrante, o por la competitividad extrema que produce la información relacionada con la consecución de un éxito alcanzado a ultranza, son procesos profundamente debilitantes, asténicos sociales, donde la medicina y sus profesionales tienen de nuevo un gran reto que afrontar en el presente y en el futuro.
Producto del cambio de valores asentados en aspectos efÃmeros, potenciados por la necesidad directamente relacionada con el tener y no con el ser, nuestra necesidad de consumo incesante nos hace ser depredadores de tiempo invertido bien en trabajo incesante para ganar más, para tener más, para ser admirados mucho más que los demás, o bien dedicado al hobby o a un descanso más o menos merecido después de tanta dedicación y ofuscación compulsiva.
Un último apunte, en este contexto de rechazo etario creciente ¿qué pasa por ejemplo con el cuidado de nuestros mayores?, es curioso que deseemos añadir años a la vida y para ello pongamos todos los medios posibles y disponibles cuando en realidad no somos capaces en muchas ocasiones de dotar de vida a los años a través de la solidaridad individual y colectiva, algo que es mucho más sencillo e indudablemente mucho más satisfactorio y gratificante en todos los sentidos.
Necesitamos con urgencia una nueva forma de medicina preventiva, no es bueno renunciar a determinados valores en pos de una sociedad del bienestar malentendido, tendente a un sectarismo creciente, por ejemplo ante nuestros mayores que son quienes nos dieron muchas cosas, y entre ellas la más importante, la vida.