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La comunicación, una virtud devaluada

La comunicación, una virtud devaluada

Es curioso que cuanto más andamos ensimismados con las diferentes formas, usos y herramientas de comunicación, la comunicación en sí misma se encuentra más devaluada. La comunicación interpersonal está pasando por momentos de crisis justo en el preciso instante en el que los medios y la información son más abundantes y diversos. Esto que sin duda es un problema adquiere mayores dimensiones en el caso de la medicina y de la salud.

 

Siempre saco a colación la anécdota del insigne Dr. Greorio Marañón cuando le preguntaron sobre la principal herramienta de diagnóstico y él señaló a la silla como la fundamental, la clave de Sol, y cuando le pidieron que lo aclarara él lo resumió certeramente: la silla es la que te permite interaccionar e interactuar con el paciente, es el elemento y la herramienta más importante ya que es donde se produce la complicidad y por ende donde la esencia del acto médico adquiere su grado sublime, que no es otro que la tan traída y llevada relación médico-paciente.

Hoy vivimos tiempos en los que la información nos desborda, somos ciertamente incapaces de gestionar tal volumen de datos, cifras, acaecidos, avances, opiniones, hechos y dichos, etc… pero no solo eso, sino que además es la época en la que el ser humano en su conjunto se ha vuelto más suspicaz en general. Si a ello le añadimos el hecho de que parece que nos falta tiempo para todo, la resultante no puede ser otra que la pérdida progresiva de la importancia del valor que lleva asociado la comunicación interpersonal en todos los órdenes de la vida.

shutterstock_98521079En medicina hace un tiempo surgió una plataforma, creo que se denominaba la plataforma diez minutos, que no pretendía otra cosa que reivindicar que al menos cada profesional sanitario tuviera ese tiempo disponible para evaluar y desarrollar el acto médico con su paciente. Todos tenemos experiencias en este sentido puesto que una vez u otra hemos acudido al centro de salud o al hospital, bien sea por necesidad propia o ajena, acompañando a algún familiar, amigo o compañero de trabajo. El fruto en muchas ocasiones ha sido óptimo en términos de eficacia, eficiencia y efectividad tanto del diagnóstico como del tratamiento interpuesto, sin duda, pero en mi modesto entender, eso no lo es todo, empeñar el tiempo disponible en aras a parámetros tan objetivos como esos no supone sino un empobrecimiento de ese momento comunicativo, sublime, que requiere tanto saber escuchar, que no oír, como saber comunicar, que no tan solo hablar.

Nuestro sistema educativo está plagado de pruebas, exámenes, oposiciones, evaluaciones, etc… de conocimientos técnicos en la inmensa mayoría de las ocasiones y sin embargo carece de algo tan fundamental como es la necesaria, imprescindible diría yo, capacidad de escuchar, comunicar y empatizar.

Digo esto asociado al mundo de la medicina porque no en vano el entorno en el que va esta breve reflexión es el de la salud, pero podría clonar y repetir estas mismas sensaciones en otros entornos de nuestra vida cotidiana.

Recientemente y por circunstancias que no vienen al caso he tenido que frecuentar varios centros oficiales, entidades financieras y bancarias, organismos profesionales, etc…, todo un catálogo de entornos profesionales donde la interacción con el usuario, ciudadano o cliente es fundamental. Mi experiencia ha sido de nuevo frustrante, primero por el tiempo dedicado, francamente deficitario y lo segundo y más importante por la lejanía y la frontera que genera una mesa de consulta, despacho u oficina cuando quien se encuentra al otro lado de nuevo no tiene ni capacidad, ni estímulo, ni ganas para comunicar y comunicarse con quien está necesitado de ayuda, la que sea. De nuevo la eficacia, la eficiencia y la efectividad adquieren la supremacía sobre el intangible de la comunicación certera.

shutterstock_116233960Nuestro sistema educativo está plagado de pruebas, exámenes, oposiciones, evaluaciones, etc… de conocimientos técnicos en la inmensa mayoría de las ocasiones y sin embargo carece de algo tan fundamental como es la necesaria, imprescindible diría yo, capacidad de escuchar, comunicar y empatizar. De tales vientos recogemos estas tempestades en forma de lejanía, circunspección, altanería, prepotencia, en algunos casos e incluso sensación de desprecio por parte de algunos, que no todos gracias a Dios, que en teoría deben estar al servicio de los demás.

Si fuera posible y no una utopía mi propuesta sería que al igual que ocurre en EE.UU hubiera una recertificación o reválida no solo de conocimientos y aptitudes sino de actitudes que son al menos tan importante o más que las primeras; de esta forma estimularíamos algo que adquirió carta de naturaleza con nuestros ancestros y que con la llegada de la globalización estamos perdiendo por todos los poros de nuestros organismo social, el de la comunicación y la relación interpersonal, valores en los que en mi opinión se sustenta la auténtica esencia del Ser Humano con mayúsculas.

2 Comentarios

  1. Avatar

    Interesante post, Fernando, a todos nos debería hacer reflexionar.

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  2. Avatar

    Muy interesante Fernando. Todos las personas, independientemente de su profesión o edad, deberían cuidar las habilidades comunicativas y la empatía que comentas.
    Sin duda la tecnología facilita la comunicación y el acceso a la información, a todos los niveles, pero se han descuidado las formas y parece que ya hemos llegado al punto del “todo vale”, en cuanto a expresión, ortografía, etc.; sobre todo las nuevas generaciones, y es algo que se debería cuidar mucho.

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