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Mal de altura o de montaña, ¿cómo se soluciona?

Mal de altura o de montaña, ¿cómo se soluciona?

El mal de altura es una patología especialmente frecuente en personas que practican deportes de altitud, es decir, de aquellos que se dedican a ver el mundo desde alturas inalcanzables para los demás.

 

Pero también es frecuente en aquellas personas que frecuentan viajes más o menos exóticos a zonas del altiplano peruano, boliviano o chileno, es decir, la cordillera de los Andes o entornos agrestes similares.

El riesgo de padecer esta patología aumenta cuando se asciende a altitudes demasiado deprisa y si se realiza esta ascensión con un esfuerzo considerable, el riesgo es mayor en personas que han sufrido previamente de este mal, teniendo en cuenta que tanto niños como adultos jóvenes son más propensos a sufrir sus efectos especialmente si tenemos en cuenta que un buen estado físico no supone un perfil protector ante esta patología.

Las enfermedades coronarias, la EPOC o la diabetes no son factores predisponentes aunque su presencia puede incrementar los efectos y complicaciones de este mal.

El denominado mal de altura, también conocido como mal de montaña, “apunamiento” o “soroche” incluye bajo su paraguas varios síndromes todos ellos relacionados y provocados por una disminución en la disponibilidad de oxígeno debido a la altitud, su menor concentración y los cambios que ejerce la presión atmosférica.

 

Mal de altura: Síntomas

Cuando el mal de altura es leve, se caracteriza por dolor de cabeza (cefalea), asociado con manifestaciones sistémicas como malestar general, cansancio, debilidad (astenia), sensación de mareo y vértigo, trastornos del sueño (insomnio), molestias gastrointestinales y sensación de falta de aire.

Hay que estar atento a cualquier síntoma que sea indicativo de estar padeciendo mal de altura e inmediatamente detener el ascenso y beber abundante agua.

En los casos graves este mal de altura o mal agudo de montaña viene acompañado de un edema cerebral.

Un edema cerebral es una inflamación o extravasación de líquido inflamatorio provocado por el cambio de presión atmosférica que provoca una agudización de la sintomatología anterior con posible síndrome confusional, estupor e incluso coma y muerte en pocas horas.

Además de venir acompañado por un síndrome general, sistémico, caracterizado por edema pulmonar no cardiogénico que provoca hipoxemia (carencia de oxígeno), hipercapnia (aumento de la concentración de anhídrido carbónico en sangre) y disnea intensa o dificultad respiratoria grave con la consiguiente alteración en el intercambio de gases a nivel alveolar en los pulmones.

Como consecuencia de estas manifestaciones vamos a presenciar todo un cortejo sintomático compensatorio evidente, con taquicardia o aumento de la frecuencia cardiaca, taquipnea o aumento de la frecuencia respiratoria, tos seca que posteriormente puede llegar a ser hemoptóica (sanguinolenta), redistribución sanguínea hacia zonas centrales del organismo y en casos muy avanzados hemorragias retinianas, pulmonares, digestivas, etc

Este síndrome se suele producir en la franja de altitud que va de los 2.500 metros a los 8.000, generalmente tras 24 a 96 horas de haber ascendido a dichas altitudes

Y tiene indudablemente un carácter de sensibilidad individual, una predisposición, además de influir de una forma especial el entrenamiento previo.

La prevención es la forma de luchar contra el mal de altura. Esta incluye realizar ascensiones lentas, beber líquidos abundantes, especialmente agua, puesto que el respirar ambientes muy secos como los que hay a gran altura provoca una pérdida importante de los mismos. Debe evitarse la ingesta adicional de sal, así como del alcohol y tóxicos puesto que pueden empeorar el cuadro al disminuir la ventilación.

Mal de altura: Solución

El modo más operativo de atajar el mal de altura es mediante la prevención, que incluye realizar ascensiones lentas (aclimatación), beber líquidos abundantes, especialmente agua, puesto que el respirar ambientes muy secos como los que hay a gran altura provoca una pérdida importante de los mismos. Debe evitarse la ingesta adicional de sal, así como del alcohol y tóxicos puesto que pueden empeorar el cuadro al disminuir la ventilación.

Una vez insaturado el mal de altura leve se controla fácilmente deteniendo el ascenso y tratando los síntomas con líquidos (rehidratación), analgésicos y en ocasiones acetazolamida. En los casos graves descenso inmediato y tratamiento con oxígeno, fármacos específicos y presurización.

Es conveniente recalcar que hay un mal crónico de las altura, llamado Enfermedad de Monge, que se produce en aquellos individuos que viven habitualmente en grandes altitudes y se caracteriza por cansancio (astenia), disnea o dificultad respiratoria por hipoventilación alveolar, molestias difusas y dolores generalizados, policitemia (aumento de glóbulos rojos en sangre), troboembolismos ocasionales y complicaciones derivadas de los cambios de presión y de la concentración de oxígeno ambiental.

 

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