
Nuestra sociedad precisa más centros de media y larga estancia

Las enfermedades neurodegenerativas como el parkinson, la enfermedad de Alzheimer, la Esclerosis Múltiple, La Esclerosis Lateral Amiotrófica, algunas enfermedades neuromusculares entre otras, son procesos patológicos que están alcanzando una enorme importancia en nuestra sociedad dado que su incidencia y prevalencia aumenta progresivamente.
En España las enfermedades neurodegenerativas suponen aproximadamente un problema relevante cifrado en más de 1.150.000 casos, una cantidad nada desdeñable de familias afectadas por alguno de estos procesos. Los expertos estiman que esta cantidad se puede ver incrementada en un 10% los próximos diez años, sumando 120.000 nuevos casos aproximadamente.
Las enfermedades neurodegenerativas como su propio nombre indica, por diferentes motivos suponen un deterioro progresivo de determinadas zonas de nuestro sistema nervioso o neuromuscular, provocando diferentes déficits en dependencia de la zona o zonas afectadas.
El fenómeno relacionado con las demencias y la enfermedad de Alzheimer quizás sea el más conocido, pero no por ello dejan de tener una presencia importante en nuestra sociedad el resto de patologÃas asociadas a esta disfunción, consecuente con el deterioro neuromuscular progresivo que acarrean.
Un fenómeno asociado en abundantes casos es el de la dependencia, puesto que muchos de estos pacientes precisan indefectiblemente ayuda para poder realizar sus funciones ya que su autonomÃa, especialmente en casos avanzados, puede estar bastante comprometida.
Nuestro sistema sanitario y de protección social, pero especialmente el sanitario está adaptado a las necesidades que generan los pacientes que podrÃamos denominar “agudosâ€, que tienen autonomÃa y son independientes, es decir que conservan sus capacidades fÃsicas y mentales de una forma adecuada o de un modo razonablemente óptimo. De esta forma todos podemos apreciar como nuestra red hospitalaria está diseñada fundamentalmente para atender a este tipo de casos, son hospitales de procesos agudos y salvo honrosas excepciones no están preparados para asumir una carga importante de enfermedad asociada a la cronicidad, como por ejemplo la que generan este tipo de procesos degenerativos que he comentado.
En mi opinión, se echan de menos hospitales y centros de media y larga estancia, especializados en el cuidado y tratamiento de pacientes crónicos, en los que la atención que se preste sea lo más especÃfica, adecuada y especializada posible.
No descubro nada nuevo si afirmo que la cronicidad está Ãntimamente ligada al fenómeno del incremento de la esperanza de vida, motivada fundamentalmente por los avances tecnológicos y cientÃficos de todo orden y condición, a la mejora de la calidad de vida proporcionada por estados de bonanza económica, estabilidad polÃtica y desarrollo social, incomparables e irrepetibles si echamos la vista atrás, a la evolución de la medicina preventiva y la salud pública en todos los órdenes y al desarrollo cultural de nuestras sociedades avanzadas.
Llegados a este punto, la otra cara de la moneda de la dependencia, de la cronicidad y de la falta de adecuación de nuestro sistema a estas necesidades sobrevenidas es precisamente la inversión de la pirámide poblacional. Todas las alarmas están encendidas, todos los datos apuntan a que en la senda hacia el año 2050 lo que nos vamos a encontrar es una disminución progresiva e incesante de la población en nuestro paÃs y una enorme asimetrÃa entre el segmento joven y adulto-joven y las personas de más de 65 años de edad.
Este desequilibrio, al que no se le encuentra solución al menos sencilla que cuadre la ecuación, lo que puede llegar a producir es que una proporción relativamente baja de españoles en edad productiva y activa tenga que soportar una carga ingente e imposible, el enorme volumen de personas afincadas en edades que hoy llamamos de jubilación. Además si es que se consigue hacer realidad la solvencia y sostenibilidad del sistema para entonces, cosa que me genera preocupación e inquietud, no cabe ninguna duda que habrá que dotar a nuestro sistema de infraestructuras adecuadas en base a inversiones trepidantes, puesto que difÃcilmente quienes estén en edad activa, van a poder retrotraer tiempo a su actividad laboral para dedicarla al cuidado de sus mayores, es decir nosotros, en muchos casos afectados por patologÃas de Ãndole degenerativo. Con lo cual, el fenómeno de la dependencia, se va a transformar en un ariete que impulse necesariamente la creación de entornos especializados públicos y privados que puedan dar el servicio adecuado que requieran estos pacientes y sus familias.
Ante este panorama incierto por las dudas que genera, pero cierto por lo esperado de su realidad y consecuencias, mi preocupación gira en torno a quienes hoy tienen bajo su responsabilidad la de diseñar el nuevo sistema sanitario y de protección social que va a precisar nuestra sociedad. No es momento de esconder la cabeza debajo del ala, sino de prever con tiempo, por cierto, un bien escaso que ya no tenemos. Debemos ponernos todos manos a la obra para que de una forma mancomunada y conjunta, los entornos público y privados sean capaces de encontrar la solución a la cuadratura del cÃrculo de la demografÃa, algo que hoy por hoy veo ciertamente complejo. Todos conocemos la famosa frase “quien no diseña el futuro, termina no teniendo futuroâ€, esperemos que no se haga realidad en nuestro caso, al menos por nuestro propio bien. Quienes hoy vestimos la cincuentena o la cuarentena, sin duda que en un suspiro estaremos siendo parte protagonista de esta asimetrÃa etaria que se viene produciendo en nuestras sociedades desarrolladas consecuencia del entonces llamado “baby boom†y del posterior “quality of life†o calidad de vida por encima y a costa de todo lo que sea menester, por ejemplo de la baja o escasa natalidad.